
Cuando salí por aquella puerta sentí que ya no había vuelta atrás, sólo metí en la mochila algunos buenos recuerdos, como el de la señorita Marcela que me decía que el estudio me salvaría, que no lo deje, que así tendría un futuro mejor pero ahora solo tengo vacíos, tristeza y oscuridad. ¿Qué diría ella que me tenía tanta fé y yo que ando aquí entrando a este lugar con este olor tan rancio, dónde no entiendo cómo la gente puede vivir, dónde en cada esquina me cruzo con personas tan perdidas como yo, entre pasillos de tierra, agua podrida y música y chicas que se ofrecen por menos que nada?.
-Oiga señor, ¿me dá esa manzana?
-No chango, la tené que comprá. ¿De dónde só?
-No le voy a robar don, tengo hambre ando buscando un barrio que me han dicho que se llama La Bombilla o algo así.
-¡Uh!... ¡Tas bien perdido!, pa´mí que querí comprá porqueria vo´, ite chango, te van a matá.
-¿Ustéd conoce?. ¿Me va a decir cómo llegar o no?.
-Aquí e´ ¿a quién buscá?
-A mí viejo, Pedro López.
-¿El Pedro?... ¡Uh maestro!, vea 'sa joyita, otro botao… mejor te digo cómo llegá, no vaya a se´ que sea cierto… Tené qu´i´ derecho, cuando vea´un árbol grande, pechá pa´ la derecha y entrá al pasillo.
Y eso fue lo que me contó mi sobrino cuando lo encontré hace unas cuantas semanas en una de las esquinas de la Plazoleta Mitre.