
Agarramos por la calle que poco a poco se transformaba en un barrial, las dos íbamos felices, porque aunque no nos veiamos seguido nos queriamos mucho, asi como me habia pedido mi abuela en su velorio cuando se me aparecio en la cocina de su casa… le conté esto a Camilita pero ella respondió diciéndome que “no es bueno eso de decir que te hablan los muertos”.
-Cami, no te metas, aquí son todos iguales y este no es ningún santito… Le dije en ese momento, pero ella no me quiso escuchar, ya había visto a Pedro tirado en la calle todo retorcido.
-Cynthia, vení ayúdame, hay que levantarlo, se me hace que hasta desmayado está…
-Mejor si está muerto, muerto el perro… Yo sabía que eso era lo mejor.
-¡No seas así! parece que le acaban de robar, dale ayúdame. Me reto mi prima.
Entre las dos lo movimos debajo de un árbol. Como pudimos lo hicimos reaccionar y cuando Pedro abrió los ojos vió directo en los de Camila. Fue la primera vez que se vieron, ninguno sabía del otro, ni de lo que el destino les tenía preparado. Chicho, por sus ganas de evadirse de este mundo arruinaba su futuro, el de mi familia y estaba provocando, sin querer, una gran tragedia.
-¿Podés caminar? Preguntó la salteña con un tono entre dulce y agudo.
-Te acaban de choriar amigo… le informé, pero qué me iba a escuchar, yo estaba ahí perdiendo el tiempo porque ellos se acababan de encontrar en los ojos del otro… A lo de más ya lo sabés, el amor deja buenos y malos recuerdos.